Aunque resulten un poquito repulsivos, estamos más que posiblemente ante una de las comidas del futuro. Y de continuar la superpoblación planetaria, igual la única. Se cotizan a precio de oro en Occidente y, para algunos paladares, son una delicatesen. Lejos de frivolidades, la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación) recomienda su ingesta porque pueden ser un arma contra la desnutrición por su alto contenido en nutrientes, así que mejor vamos a conocer un poco más a fondo en qué consiste una dieta a base de insectos.
Las formas de desnutrición más comunes se deben a la falta de proteínas y a las carencias de micronutrientes como la vitamina A, B1, hierro o yodo. Por este motivo, no es de extrañar que, debido a su elevado valor nutricional, en algunas regiones se emplee la harina de orugas en la alimentación infantil para combatir la malnutrición. Así, por ejemplo, se acaba de presentar un nuevo proyecto en la República Democrática Popular de Laos con el que se pretende luchar contra la desnutrición a través del consumo de insectos. Y es que las tasas de malnutrición de los niños menores de cinco años alcanzan, en la región de Asia Suroriental, el 40 por ciento, lo que se traduce en desnutrición crónica o en retraso del crecimiento.
De aquí al año 2050, se cree que la población mundial pasará de aproximadamente 6.000 millones de personas a no menos de 9.000 millones. Todos ellos, como es natural, necesitarán carne para alimentarse. Pero como no hay suficiente espacio o nutrientes, la pobreza aumentará a marchas agigantadas. Los insectos requieren menos comida para ser criados y sacian antes con los mismos nutrientes que un filete. Así, por ejemplo, cien gramos de orugas secas poseen 53 gramos de proteínas, un 15 por ciento de grasas, alrededor de un 17 por ciento de carbohidratos y su valor energético ronda las 430 calorías por cada cien gramos de producto comestible. Según la especie de que se trate, pero siguiendo con el caso de las orugas, contienen abundantes minerales como potasio, calcio, magnesio, zinc, hierro y fósforo, además de diversas vitaminas. Asimismo, algunos insectos, especialmente en su fase larval, también son ricos en grasas y cuentan en su composición, con importantes cantidades de vitaminas y minerales.
Las termitas, las orugas, los saltamontes, las moscas, las arañas y gorgojos constituyen mejores fuentes de proteínas que el pollo, el cerdo, el cordero y la vaca y, además, apenas tienen grasa y colesterol. Encima, producir un kilo de carne de vaca requiere 13 kilos de hierba o materia verde. Sin embargo, un kilo de carne de grillo, escarabajo o langosta, simplemente necesita 1,5 ó 2 kilos de forraje y produce una fracción de las emisiones de dióxido de carbono.
Alrededor de 527 insectos diferentes se consumen a diario en treinta y seis países de África al igual que en veintinueve países de Asia y veintitrés en América. De los centenares de especies de insectos utilizados como alimento humano, los más comunes podrían englobarse en cuatro grupos: escarabajos; hormigas, abejas y avispas; saltamontes y grillos y, por último, polillas y mariposas.
En comparación con la carne y los lácteos, los insectos superan su contenido proteínico y, en relación con las verduras que solamente tienen un siete por ciento de proteínas, los insectos contienen más del 70 por ciento, además de ácidos grasos semejantes a los del aceite de oliva.
En Tailandia ya existen 15.000 granjas de crianza de grillos domésticos para consumo humano y en el sureste de África, la industria de las orugas de mopane está valorada en 85 millones de dólares. México y Colombia se han posicionado, en la actualidad, como los principales productores de insectos y se encargan, además, de distribuirlos a otros países.
Y aunque nos parezcan repelentes, todo es cuestión de acostumbrarse. Su sabor no es desagradable y hay que pensar en que tampoco el aspecto del marisco lo es y, no obstante, lo consumimos sin tapujos. Para vencer la aprensividad occidental ya se está estudiando extraer las proteínas de la carne de los insectos e introducirla en productos y texturas más acordes al gusto del paladar occidental.
En Europa se sofistican para atraer a los paladares curiosos: grillos al curry, gusanos al queso o a la barbacoa, piruletas de hormigas, vodka de serpiente, escorpiones, gusanos al horno o a la plancha, jalea real con abejorro, polvo de perla y así hasta veinte insectos listos para degustar.
Aunque se espera que con el aumento de su consumo bajen de precio, lo cierto es que en Occidente resultan caros porque el proceso de manipulación para que sean comestibles sin ningún tipo de riesgo es costoso. Los escorpiones levantan pasiones entre algunos paladares, pero también reparos, porque no olvidemos que no deja de ser un animal venenoso y hay que prepararlo para que sea comestible.
¿Y a qué saben? Bueno, los grillos -por ejemplo- tienen un sabor que oscila entre un kiko de maíz y un camarón frito, o el sabor a licor del escorpión procede de la neutralización del veneno, que se hace sumergiendo al insecto en alcohol. Pero hay que probar cada uno para saberlo... ¡Buen provecho!
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