martes, 22 de septiembre de 2009

La larga historia del no comer

Desde tiempos pretéritos el sobrepeso fue considerado como un signo de poder, salud y belleza. A buen seguro, esto fue debido a que las clases pudientes eran las únicas que se podían permitir darse el lujo de comer en abundancia y sin mesura. Además, antiguamente los banquetes tenían un carácter sagrado y en ellos se podía comer y beber exageradamente incluso empleando el vómito para poder de esta forma continuar comiendo. En la actualidad todo esto ha quedado bastante atrás y distintos trastornos alimentarios forman parte de nuestra cotidianidad. Uno de ellos es la anorexia.
Anorexia significa literalmente “falta de apetito”. La religión ha estado casi siempre muy asociada a la restricción de comida. Los religiosos y místicos han realizado el ayuno con frecuencia como acto penitenciario y como medio para conseguir un estado espiritual más elevado.
Las referencias al hambre autoinducida (ayunos, etc.) datan de los tiempos bíblicos. En ellas se entremezclan la verdad y el mito; lo religioso y la exageración; el pietismo y, a veces, el fraude.
La más famosa anoréxica de la historia es Santa Catalina de Siena (1347), quien a los siete años de edad empieza a rechazar los alimentos y ya en la adolescencia sólo come hierbas y pan. Ingresó en la orden de las Dominicas y fue consejera del Papa Gregorio IX en Avignon. Más tarde, al comprobar que sus intentos de unificación del papado no daban los resultados esperados, se sentiría tan fracasada, que dejó de alimentarse por completo para morir tiempo después.
En el siglo IX en Avicena, el príncipe Hamadham, víctima de una inmensa melancolía, se estaba muriendo de no comer. Esta es la primera referencia de un anoréxico en un contexto médico, aunque en verdad provenga de un cuadro depresivo.
Las primeras referencias médicas sobre la anorexia aparecen en el siglo XVI. Comienzan a aparecer datos de personas que presentan inanición, y las conductas restrictivas de la alimentación se consideran anómalas, socialmente alteradas y sin justificación religiosa. Aunque en verdad, la Medicina propiamente dicha inicia su atención hacia la anorexia nerviosa con la obra 'A Treatise of Consumptions', un texto del siglo XVII original de R. Morton. El citado médico describía sus experiencias clínicas con dos pacientes, una muchacha de dieciocho años y un chico de dieciséis. En ambos casos resulta notable que Morton descartase cualquier tipo de enfermedad física como la causa explicativa de la pérdida de peso de los enfermos.
En 1764, O. Whytt, profesor de teoría de la Medicina de la Universidad de Edimburgo, asoció inanición y bradicardia. Nos legó su obra 'Observaciones sobre la Naturaleza, Causas y Curación de los trastornos comúnmente llamados Nerviosos, Hipocondríacos o Histéricos', los cuales están fijados sobre el Sistema Nervioso Simpático. En este libro Whytt describe la atrofia nerviosa de un paciente de catorce años, observando en él energía baja, estilo taciturno, pérdida de apetito y malas digestiones.
Ya en 1860, V. Marcé, de París (Francia), escribió la obra 'Nota sobre una forma de delirio hipocondríaco consecutivo a las dispepsias', caracterizada principalmente por el rechazo de los alimentos. Según Marcé, las jóvenes en el periodo de la pubertad -y después de un desarrollo físico precoz- sufren la convicción delirante de que no pueden o no deben comer. A este cuadro llamó en 1868 W. Gull apepsia histérica, por creer que se debía a un estado mental mórbido. Más tarde, el propio Gull lo denominaría perversión del Yo y en 1873, el mismo Gull en Londres (Reino Unido) y Lasségue en París describirían cuadros anoréxicos hablando de la histeria como causante del trastorno y denominándolo anorexia histérica. Gull descartó la posibilidad que una enfermedad orgánica justificase la anorexia.
Tanto Gull como Lasègue describieron los síntomas fundamentales del rechazo a la comida: pérdida extrema del peso, amenorrea, estreñimiento y someterse intensamente al ejercicio. Ambos autores examinaron además la importancia de la familia, tanto en los comienzos de la enfermedad como durante su evolución.
En el siglo XX -sobre todo desde los años cincuenta- se produjo una revolución conceptual y metodológica acerca de la anorexia nerviosa a la que se llegó mediante un largo proceso de contraste de teorías y escuelas. Así en 1914, M. Simmonds introdujo el concepto de caquexia hipofisaria y su tesis de que la falta de apetito, adelgazamiento, apatía y amenorrea se debe a una alteración de la hipófisis y no a factores emocionales. Mientras, en 1920, P. Janet distinguía la anorexia primaria de la secundaria. Para él se trataba de alteraciones psicológicas profundas, resistentes a los tratamientos. También los psicoanalistas, en los años 40, explicaron la anorexia nerviosa a través de los mecanismos psicodinámicos causados por las fantasías orales inconscientes, y desde la aversión sexual.
Para H. Bruch los pacientes con anorexia presentan una patología emocional común: primero, perturbación entre imagen corporal y su concepto de cuerpo; segundo, dificultad para reconocer señales para nutrirse; y tercero, sentimiento de ineficacia en todas las actividades de la vida.
La literatura sobre los trastornos de la conducta alimentaria comenzó a proliferar a partir de la década de los sesenta. En los primeros años de la década siguiente el enfoque se desplazaría a la familia como factor crucial de la anorexia nerviosa. Después se puso énfasis en los cambios neuroendocrinos y genéticos, en cuanto marcadores fisiológicos de vulnerabilidad. Y, todavía hoy, muchos analistas teóricos postulan el papel de los desórdenes alimenticios en la organización y en la estabilidad del "Yo".
En la actualidad, los modelos de investigación están basados en modelos de tratamientos pluridisciplinares o muldisciplinarios y deben señalar los tres núcleos conflictivos de la anorexia: peso, figura y pensamientos distorsionados.
Russell en 1970 y 1977 intenta mostrar la relación entre las teorías biologicistas del origen de la enfermedad con las psicológicas y sociológicas llegando a las conclusiones siguientes:
·El trastorno psíquico provoca la disminución de la ingesta y la pérdida de peso.
·La pérdida de peso es la causa del trastorno endocrino.
·La desnutrición empeora el trastorno psíquico.
·El trastorno psíquico también puede agravar directamente a través de la función hipotalámica y producir amenorrea.
·Es probable que exista relación entre un trastorno del control del hipotálamo en la ingesta y el rechazo de la alimentación característico de la anorexia nerviosa.
·El trastorno hipotalámico podría alterar las funciones psíquicas, generando actitudes anómalas hacia la comida, imagen corporal y sexualidad.
A raíz de estos estudios y de los posteriores de Garner y Garfinkel (1982) la anorexia nerviosa se define como un trastorno diferenciado de patogénesis complicada, con manifestaciones clínicas que son el resultado de múltiples factores predisponentes y desencadenantes.
Y ya que estamos, en cuanto a la historia de la bulimia nerviosa podemos decir que el término literalmente significa “hambre de buey” o un hambre muy intensa.
En 1743, en el Diccionario Medico de la ciudad de Londres se describe un cuadro bulímico como: preocupación por la comida, ingestas voraces y períodos de ayuno. Últimamente es cuando los aspectos que tienen relación con la figura y los factores socioculturales han sido más influyentes.
El término bulimia nerviosa fue empleado por Russell en 1979, inicialmente como una variante de la anorexia nerviosa y en la actualidad como entidad independiente caracterizado por episodios de ingesta, continuados de vómitos o uso de diuréticos o laxantes para contrarrestar las consecuencias del atracón, sobre todo en pacientes que rechazan la probabilidad de ser o llegar a ser obesas.
Entre los siglos XV y XX se utilizarían términos variados como cynorexia, canine apetite, hambre patológica, expresivos de los estados de voracidad que se acompañan de la ingesta excesiva de comida y emesis. Pero el síndrome de bulimia nerviosa fue definido por el mencionado Russell.
Los primeros casos de bulimia nerviosa, desde una perspectiva científica de diagnóstico, aparecieron en la Alemania de los años treinta, aumentando tras la II Guerra Mundial. El incremento progresivo de su incidencia propició el reconocimiento de la bulimia como síndrome separado en la década de los sesenta.

1 comentario:

Alberto dijo...

y mientras he leido tu dcumentado y bien expuesto artículo, aprox. han muerto 10-12 niños y 6-7 adultos de la más cruel e inhumana inanición. Qué ironía ¿no?

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