La humanidad, ya sea mexicana, australiana, argentina, belga o española se está haciendo a medida que pasa el tiempo cada vez más gorda.
Mantenerse delgado es bueno para la salud pero también lo es para el medioambiente. Así, debemos poner mucho más de nuestra parte para revertir la tendencia global en el planeta hacia la gordura y darnos cuenta de que es un factor clave en la lucha por reducir las emisiones y retrasar el cambio climático.
Una sociedad delgada, como por ejemplo la vietnamita, consume un 20 por ciento menos de alimentos y contamina mucho menos que una como la estadounidense, en la que cerca del 40 por ciento de su población sufren de obesidad.
Las emisiones relacionadas con el transporte también son menores porque se gasta bastante menos energía en transportar a personas delgadas, y porque los que tienen sobrepeso tienden a andar menos y a depender más del automóvil o los transportes públicos.
Una población de mil millones de personas delgadas emite mil millones de toneladas menos de dióxido de carbono al año que una población de personas gruesas. No obstante, en el planeta prevalece la tendencia a un aumento del Índice de Masa Corporal medio de la población, que entre 1994 y 2004 ha subido en Gran Bretaña, por ejemplo, en los hombres de 26 a 27,3 y entre las mujeres de 25,8 a 26,9, lo que supone unos tres kilos más por persona.
(El Índice de Masa Corporal se calcula dividiendo el peso de la persona por su altura al cuadrado. Un peso considerado normal se situaría entre 19 y 25, aunque también se debe en tener en cuenta la constitución y el sexo.)
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