Víctor Lustig fue un personaje extremadamente peculiar que, con todo merecimiento, pasó a la historia como el mayor embaucador jamás conocido. Dotado de un carisma embriagante y una sonrisa compradora, Víctor quedaría inmortalizado como “El hombre que vendió la Torre Eiffel” ¡por dos veces!.
Poseedor de un profundo historial de estafas, como el haber vendido máquinas que imprimían dinero durante su juventud, Lustig se lanzó a realizar uno de los mayores engaños de la historia cuando, en 1925, tras leer en un periódico sobre los sonados problemas que tenía la ciudad de París a causa de los gastos de mantenimiento del emblemático monumento, adopta el falso personaje de un oficial de gobierno y les envia una invitación de negocios a seis comerciantes de la industria metalúrgica. Armando una reunión en la misma torre, donde ofrece a los posibles compradores toda una parafernalia de transporte en lujosos automóviles y elaborados discursos sobre los beneficios de comprar el monumento, Lustig se las arregla para hacerlos entrar en un remate final en el cual aportarían una gran cantidad de dinero. El remate lo ganaría André Poisson, y con un maletín repleto de billetes, Victor tomará de seguida un tren hacia Viena donde viviría tan ricamente por varios años.
Nació en 1890 y falleció en 1947. Hijo del alcalde de Hostinne (República Checa), estudió en Alemania y Francia (o al menos eso hizo creer a su padre). Tenía una gran habilidad para aprender idiomas y llegó a dominar el inglés, alemán, francés e italiano. Pero esa no era su única habilidad, ya que también se le daban excepcionalmente los juegos, como el póquer y bridge, y fue a lo que se dedicó durante algún tiempo, haciéndose pasar por el Conde von Lustig y embarcándose en los transatlánticos que recorrían Europa en busca del dinero de los nuevos ricos americanos.
El comienzo de la I Guerra Mundial provoca la suspensión de todos los cruceros por lo que se ve obligado a irse a los Estados Unidos donde conoce a Nicky Arnstein, otro gran estafador, quien ve en Víctor una promesa, por lo que le tomará como socio enseñándole todo lo que sabe sobre "el arte de la estafa".
Tras una serie de operaciones con éxito, se encuentran que tienen 25.000 dólares (de la época) y deciden sacarle mayor partido a ese dinero… Así, cierto día del año 1924, un banquero de una ciudad de Kansas recibe la visita de un impecable caballero europeo que afirma ser el "Conde von Lustig" y que por causa de la guerra tuvo que abandonar su país, Austria, y vender todas sus propiedades, teniendo en su haber dos bonos de 25.000 dólares cada uno y que pretendía comprar propiedades por la zona. El banco comprueba que el bono que pone sobre la mesa es auténtico y le da un crédito de 10.000 dólares. En un determinado momento, Víctor cambia el bono auténtico por uno falso y se marcha con su bono real de 25.000 dólares y los 10.000 que le habían prestado. El banco, que como todos los bancos no era muy amigo de perder dinero, cuando descubre el engaño, manda a unos detectives tras el estafador. Pero en contra de lo que se pudiera pensar, Víctor no ha huido, está tranquilamente esperando a los detectives, que lo arrestan y lo pretenden llevar ante la justicia. Durante el viaje, el "conde" les comenta lo perjudicial que será para el banco que salga a la luz pública que ha sido timado, estafado y vilipendiado de esa manera: "¿Tendrán los clientes la misma confianza en el banco que tenían antes o por contra les entrará el pánico y retiraran todo su dinero?" (La habilidad para estafar es en realidad un conjunto de ellas, y entre éstas la de ser capaz de convencer es primordial.) No solamente dejarán libre a Víctor sino que encima, por los perjuicios ocasionados deteniéndolo, exige y consigue una compensación extra de 1.000 dólares.
Regresa a París en compañía de su socio 'Draper Dan' Collins, y una vez allí se entera que hay problemas económicos para poder reparar "la torre", por lo que se hace pasar por el Segundo Director General del Ministerio de Información y Telégrafos para informar a empresarios "selectos" sobre el supuesto plan secreto de demolición de la Torre Eiffel y organiza el timo de la venta de la misma explicado arriba... Convoca una reunión con cinco grandes empresarios, indicándoles de la intención del gobierno de demoler la torre y que quien dé la mejor oferta podrá quedarse con ella y negociar con tan inmensa chatarra. A los dos días, Lustig recibía cinco sobres sellados con las respectivas ofertas, pero él solamente se interesó por la del comprador que ya en la reunión previa se había mostrado más ambicioso e ingenuo a la vez: André Poisson, citándole al día siguiente para comunicarle que su oferta era la elegida. Para despejar cualquier tipo de duda en el empresario, en otra reunión que mantiene con él, le habla de lo insuficiente de su salario como funcionario, ganándose su amistad y en poco tiempo le convence llevándose además un soborno extra. A los pocos días le llegaba el primer plazo del pago por la torre. Nada más cobrar el cheque se marchó a Austria.
De regreso a Estados Unidos, se presentó también como un productor de éxito de Broadway consiguiendo 34.000 dólares. Con ese dinero volvió a Europa, en donde por segunda vez y empleando la misma estrategia consigue vender de nuevo la torre Eiffel. Alertada la policía, tiene que poner agua de por medio y retorna nuevamente a América, donde empieza a relacionarse con posibles víctimas.
Un tiempo después de su particular venta de la torre convencería al mítico Al Copone para realizar un negocio, inexistente, por 50.000 dólares, que casi con toda probabilidad verían duplicado ese dinero en apenas dos meses. Tras mantener durante sesenta días el dinero en una caja de seguridad, Víctor lo retornaría íntegro a Capone con una falsa nota de disculpas y el comentario de que el negocio había fallado pero que no había perdido ni un solo dólar del dinero que había invertido el mafioso. Capone, sorprendido por la “integridad” de este buen hombre, le enviaría la suma de 5.000 dólares en señal de agradecimiento por no haber escapado con el dinero y haberlo devuelto aun a riesgo de su propia vida. De esta manera, Lustig consiguió no tan solo una considerable cantidad de dinero sino que, además, se ganó el favor y la amistad de uno de los mayores jefes de la mafia, simplemente ¡por haberlo estafado!.
Abusando de su suerte, varios años después sería atrapado en uno de sus negocios y enviado a la prisión de Alcatraz. De todas maneras, se las arreglaría para vivir como un verdadero rey dentro de aquellos muros.
(Sobre la comentada máquina que duplicaba billetes... Fue cuando idea el truco de la denominada "caja rumana". Víctor mostró a un ricachón una caja según la cual introducías un papel en blanco (de las medidas de un billete) y un billete verdadero, y al cabo de unas horas el primero se transformaba en un billete imposible de identificar como falso, salvo por la numeración que coincidía con la del billete auténtico. Incluso, tras una primera demostración, fue con su víctima a un banco para que verdaderamente certificara que ambos billetes eran de curso legal (lógicamente, cada billete a un banco distinto, ya que la numeración de serie "era la misma"), y en los dos se certificó su autenticidad. Lo que realmente hizo fue conseguir dos billetes verdaderos con numeración muy parecida y que uno tuviera dentro de esta numeración varios números 3 y que el otro tuviera en las mismas posiciones el número 8. Con un pequeño retoque se transformaban los tres en ochos.
Aquel hombre estaba tan asombrado como entusiasmado con la dichosa máquina, y Lustig, aunque se mostró cansado y decepcionado de su artilugio porque "tardaba mucho tiempo en fabricar dinero" (simuló que era un proceso lento, de aprox. seis horas, y solamente se podía hacer un billete de por vez, aunque eso sí: finalmente el dinero acaba asomando con su clásico tono verde oscuro por la ranura posterior), se resistía a deshacerse del artefacto. La victima insistió en querer comprar la caja, pero Víctor se negaba y se negaba... hasta que le ofreció 30.000 dólares por ella. Entonces, con "todo el dolor de su alma" se la vendió. Cuando el incauto descubrió el timo, habían pasado más de veinte horas, tiempo más que suficiente para que Víctor hubiese desaparecido sin dejar rastro.)
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