He aquí la visión que se tenía de este artilugio en las enciclopedias y los libros de ciencia, al poco después tierno nacimiento de la Aviación, y sus posibles consecuencias en el quehacer de la vida humana...
-Carreras de aeroplanos. El aeroplano no ha salido aún de su período de ensayo, de modo que solamente es posible hacer conjeturas sobre sus probables aplicaciones. No obstante, teniendo presente cómo se desarrolló el automóvil, con el cual el aeroplano guarda ciertas analogías, y examinando atentamente la marcha que toma lo referente a la aviación por los puntos de mira desde los cuales se van resolviendo sus dificultades con orientaciones determinadas, es posible trazar un cuadro aproximado del modo cómo se desarrollará la aviación y de las más inmediatas modificaciones que en la vida de los pueblos introducirá este trascendental invento.
Análogamente a lo que pasó con el automóvil antes de pensarse en aplicaciones utilitarias, pasará un cierto período de tiempo en que el aeroplano será objeto de deporte, lo cual permitirá el montar sobre una sólida base financiera la industria de la aviación, estableciéndose nuevos talleres de aeroplanos con cuyos precios fabulosos al principio se podrá hacer frente a los cuantiosos gastos que supone instalar esta nueva industria y perfeccionar continuamente los tipos lanzados al mercado.
-Influencia del aeroplano en el orden civil y social. El perfeccionamiento del aeroplano, que lo hará dentro de pocos años el más excelente medio de comunicación, traerá graves consecuencias en el orden civil y social; pero no hay que exagerar éstas, como lo hacen muchos autores, prediciendo sueños quiméricos de difícil realización. Por de pronto el aeroplano no anulará a los ferrocarriles y vapores, ni disminuirá su tráfico, y si algo es lógico prever es que lo aumentará aunque esto parezca una paradoja. Toda máquina voladora, ya sea más o menos pesada que el aire, no será nunca a propósito para el traslado de la carga, pues a lo sumo podrá utilizarse para llevar la correspondencia; tampoco estas máquinas servirán para el tráfico intenso de pasajeros por el reducido número que podrían llevar, lo caro que resultará el pasaje y la inseguridad de las horas de salida y llegada que dependen del estado atmosférico; de modo que el gran tráfico que hacen los ferrocarriles, vapores y tranvías con itinerarios determinados y con condiciones de seguridad, economía y velocidad aceptables no podrán efectuarlo los aeroplanos, cuyo destino apropiado será para el traslado en línea recta y a gran velocidad (de 150 a 200 km por hora) de aquellos pasajeros que por ganar tiempo no les importa gastar mucho.
-Aplicaciones militares. Las aplicaciones del aeroplano al arte de la guerra son mucho más limitadas de lo que generalmente se cree. Como arma de ataque, su eficacia será casi nula, pues siendo muy limitado el peso de proyectiles que podrá llevar, éstos, si dan en el blanco, podrán introducir momentáneamente cierto desorden en las filas enemigas sin ulteriores consecuencias, pues unos cuantos proyectiles aislados no tienen valor táctico alguno.
El caso en que el aeroplano parece más terrible como medio ofensivo, es el de un ataque a un acorazado, dejando caer desde cierta altura un proyectil cargado con un explosivo enérgico, para echarlo a pique o ponerlo fuera de combate; pero hay que considerar la gran dificultad de esta temeraria empresa, pues el nutrido fuego de fusilería apoyado por las ametralladoras impedirían que el aeroplano se acercara a una distancia eficaz del acorazado; y aun admitiendo que esto lo lograra por sorpresa, de noche, hay que tener en cuenta que a los tripulantes del aeroplano les sería sumamente difícil el hacer blanco, pues no se trata sólo de dejar caer un peso sobre un objeto móvil, sino que la dificultad sube de punto considerando que en el momento de soltar el proyectil el aeroplano está animado de una gran velocidad (60, 100 ó 150 km por hora), de modo que todo objeto lanzado va a caer muy lejos del pie de la perpendicular que pasaba por el aeroplano en el momento en que se lanzó, y esta desviación considerable, combinada con la velocidad propia del acorazado, no es posible tenerla en cuenta en el momento de lanzar el proyectil, debiendo fiarse a la casualidad el que éste dé en el blanco. Pero esta misma dificultad que le quita gran parte de su valor ofensivo, es garantía de seguridad para un aeroplano, pues le permitirá evolucionar sobre el campo enemigo, aun estando dentro de la zona eficaz del tiro.
Para lo que será verdaderamente útil el aeroplano, empleado como auxiliar en campaña, es para los reconocimientos, hechos actualmente con mucha dificultad por la caballería, y para lo cual no son del todo indicados los globos dirigibles, por lo engorroso que resulta su manejo y la dificultad de maniobrar contra un viento un poco fuerte. En cambio, el aeroplano reúne las condiciones más favorables para practicar un reconocimiento, vigilando las maniobras del enemigo y comunicándoselas al general en jefe, para lo cual se presta admirablemente por su ligereza, la gran extensión de terreno que domina, la facultad de ver desde arriba haciendo inútiles los abrigos y ocultaciones, y el poder trasladarse en línea recta sin sujetarse a los caminos. El general que posea este medio de reconocimiento tendrá una gran superioridad, mientras el enemigo no tenga también sus aeroplanos. En este caso, ¿qué sucederá? No es difícil preverlo, observando lo que pasa al luchar las grandes aves rapaces: cuando en su lucha en los aires una de ellas logra remontarse más alto que su enemiga tiene segura la victoria; por este motivo éstas no comienzan por un ataque directo, sino por una carrera de altura en que ambos enemigos ascienden describiendo grandes espirales, procurando la una estar más alta que la otra, y una vez logrado, se precipita sobre su enemigo atacándole por arriba, pues de este modo no tiene defensa. Una cosa análoga sucederá en las luchas entre aeroplanos, de aquí un nuevo motivo para dotar a estas futuras máquinas de guerra de un motor que tenga un exceso de potencia que les permita remontarse a gran altura para la vigilancia del enemigo y para una posible lucha en los aires.
¿Quién podía imaginar cuando se escribieron estas argumentaciones a lo que llegaría la aviación en el arte de la guerra? Y ahora en la paz. Porque si viajamos en Jet y a velocidades supersónicas, el Concorde y otros, lo debemos a los avances que en la industria aeronáutica se hicieron a causa de la guerra. Y aun ahora al temor de ella y a la carrera armamentística de las grandes potencias. ¡Qué terrible y desalentador es pensar que gracias a la guerra avanzamos en la técnica! Dios quiera que se avance lo mismo en la paz.
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