El término, que se usa dentro del contexto de la ciencia ficción, fue empleado por vez primera por Eric Drexler, pionero de la nanotecnología, en su libro 'La nanotecnología: el surgimiento de las máquinas de creación' (Engines of Creation, de 1986). En el capítulo número cuatro, "Máquinas de Abundancia", éste explora un aterrador escenario de crecimiento exponencial: "(...) Así, el primer replicador ensambla una copia suya en mil segundos, entonces los dos replicadores ensamblan dos más en los siguientes mil segundos, esos cuatro construyen otros cuatro, y los ocho construyen otros ocho. Después de diez horas, no hay treinta y seis nuevos replicadores, sino más de sesenta y ocho mil millones. En menos de un día, pesarían una tonelada; en menos de dos días, sobrepasarían el peso de la Tierra; en otras cuatro horas, excederían la masa combinada del Sol y todos los planetas... si la reserva de elementos químicos no se hubiera agotado mucho antes."
La nanotecnología, en la que no pocos ven la clave de la próxima revolución tecnológica, consiste en manipular objetos de un tamaño que se mide en nanómetros, es decir, la millonésima parte de un milímetro pero, ¿cómo es posible trabajar con objetos tan pequeños como si de átomos se tratase, a los cuales solamente se puede acceder con microscopios de efecto túnel o de fuerza atómica?
En el año 1942, al escritor Robert A. Heinlein se le ocurrió cómo lograrlo. Se trataba de crear una mano mecánica que reprodujese nuestros movimientos como un pantógrafo, pero en una escala más pequeña. Con esa mano, fabricaríamos otra de menor tamaño, y así hasta alcanzar el nivel atómico. Tiempo más tarde, en 1959, idéntica idea -pero esta vez a un científico- se le ocurrió a Richard Feynman, uno de los grandes físicos del siglo pasado. No pasó mucho tiempo en que se dieran los primeros pasos en su desarrollo y cuando ya se habían logrado ciertos éxitos en esta línea, apareció Eric Drexler presentando el tema al gran público.
Drexler basa su revolución en unos dispositivos (los “ensambladores”) pensando que si se pudiesen fabricar nanorobots capaces de manipular a la vez un átomo conforme a un programa maestro y, sobre todo, que fueran capaces de producir otro robot similar a ellos, cualquier problema tecnológico se resolvería casi por arte de magia. Drexler incluso especula cómo se podrían llegar a fabricar motores para la NASA en un tanque sellado. Para ello, se introduciría una sopa de compuestos químicos, rociada con una pizca de nanorobots en suspensión. Inmediatamente se empezarían a reproducir y a trabajar siguiendo las instrucciones de sus nanocomputadoras. En pocas horas, aparecería un flamante motor, con cero defectos y calidad total. No hay límites: se podrían cultivar automóviles o frigoríficos, fabricar alimentos sin necesidad de agricultura, reparar células enfermas de nuestro cuerpo o enviar nanosubmarinos a patrullar arterias y venas a la caza del colesterol. Eso sí, hasta el propio Drexler admite que todo esto sería como incorporar una nueva forma de vida a los ecosistemas, con resultados imprevisibles.
No pocos expertos vieron el peligro bautizando este nuevo miedo como 'Grey goo' -en inglés-, "plaga gris", imaginando una proliferación de virus mecánicos que podrían llegar a invadir el planeta, digiriendo todo lo que se encontraran en su camino para convertirlo en más nanorobots y acabando de esta manera con la vida. Es lo que se conoce como ecofagia, un hipotético fin del mundo que involucra nanotecnología molecular en la que un conjunto de robots se autorreplicarían sin control consumiendo toda la materia viva en la Tierra, materia que emplearían para crear y mantener más robots. En el peor de los casos, toda la materia en el universo podría convertirse en una masa inmensa de nanomáquinas en proceso de replicación y sin un orden concreto, matando a todos los habitantes del universo: "(...) replicadores anticipados basados en autoensamblaje podrían derrotar a los más avanzados organismos modernos. "Plantas" con "hojas" más eficientes que las celdas solares de hoy podrían dejar fuera de circulación a las plantas, llenando la biosfera de follaje no comestible. "Bacterias" omnívoras resistentes podrían sacar de competencia a las bacterias reales: podrían diseminarse como polen soplado, replicarse rápidamente, y reducir la biosfera a polvo en cuestión de días. Replicadores peligrosos podrían fácilmente ser fuertes, pequeños, y diseminarse demasiado rápido para ser detenidos... al menos si no tomamos ninguna media previa. (Tenemos suficientes problemas controlando virus y moscas de la fruta.)"
Pero en verdad, aunque Drexler no vulnera ninguna de las leyes de la física, hay ciertas dudas sobre si la nanotecnología molecular sería capaz de crear una plaga gris. Entre otras refutaciones comunes, los teóricos sugieren que el tamaño de las nanopartículas las inhibe de poder moverse demasiado rápido. Mientras que la materia biológica que compone la vida libera cantidades significativas de energía al oxidarse, y otras fuentes de energía como la luz del sol están disponibles, esta energía podría no ser suficiente para que los supuestos nanorobots dejaran fuera de circulación a la existente vida orgánica que ya usa esos recursos, especialmente considerando cuánta energía usarían estos pequeños robots para desplazarse. Además, si la misma máquina estuviera compuesta de moléculas orgánicas, podría encontrarse a sí misma siendo cazada por bacterias ya existentes u otras formas naturales de vida. Aunque el argumento más romántico contra la plaga gris es el hecho simple de que en la Naturaleza ya existen unos seres pequeñitos que se reproducen sin ayuda y comen absolutamente de todo, las bacterias. Con ellas hemos convivido desde el inicio simplemente porque estaban aquí mucho antes de que apareciésemos nosotros, y no sólo nunca nos han exterminado, sino que las necesitamos hasta para digerir y es más que probable que sin ellas muriésemos. Lejos de acabar con el planeta, son parte misma de la vida tal como hoy la conocemos.
No obstante, aunque será muy difícil que se desarrolle una plaga gris, la fabricación de nanoarmas, aunque no se autorrepliquen, podría ser mucho más peligrosa y más inminente. Una carrera de armas inestable que a buen seguro ocurrirá, conociendo al ser humano, nada más desarrollarse la tecnología. En este sentido, deberíamos tener siempre presente la afirmación -esta totalmente acertada- que en su día también hizo Drexler: "No podemos permitir el mal uso irresponsable y criminal de tecnologías potentes". Después de haber convivido con la amenaza de armas nucleares durante más de medio siglo, ya deberíamos ser conscientes de lo que ello significa. ¿Habremos aprendido la lección? Lo dudo.
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