En el año 1950, los chinos dieron inicio a la invasión del Tíbet, saqueando y arrasando los miles de templos y monasterios budistas de la nación. Los invasores destruyeron además los signos externos de una antigua religión cuya fe había adorado durante quinientos años a un solo líder temporal y espiritual, un hombre conocido como el Dalai Lama.
La significación del Dalai Lama es el sorporte de los viejos dogmas tibetanos budistas que asumen la reencarnación. Como los hindúes, los budistas creen en la transmigración de los almas. El destino sagrado de los almas iluminados que han eliminado todo karma es el Nirvana, la unión con la unidad universal trascendental y el cese del infinito ciclo de muerte y renacimiento. No obstante, el alma avanzado puede elegir posponer el Nirvana y permanecer en la rueda de la reencarnación para ayudar a otros almas a llegar a la sabiduría. Tal ser es llamado 'Bodhisattva', palabra sánscrita que significa "guerrero naciente". Los Bodhisattva prometen no entrar al Nirvana hasta que otros almas les hayan precedido. Entre estos seres semidivinos, el más sagrado para los tibetanos es Avalokitesvara, el Bodhisattva de la compasión, y cada Dalai Lama se cree que es una encarnación de Avalokitesvara: una solo alma hereda la sabiduría de muchas vidas.
Tras la muerte del primer Dalai Lama en 1475, los monjes parecieron encontrar a su sucesor en un niño que había sido elegido por Avalokitesvara para su próxima encarnación. Esta práctica de sucesión a través de la reencarnación ha persistido a lo largo de los siglos hasta el actual Dalai Lama.
El Oráculo dirige la búsqueda del siguiente Dalai Lama. A través de visiones o sueños se indica su paradero, su edad y sus características físicas. Cuando se encuentra al niño, se le somete a pruebas para determinar la autenticidad de su encarnación. El primer requisito es que de un montón de objetos sea capaz de identificar los que pertenecieron a su predecesor. Elegirlos correctamente es crucial, ya que los budistas tibetanos creen que los que eligen la reencarnación retienen los recuerdos de sus vidas pasadas.
Aunque posee el rango más alto, el Dalai Lama no es más que uno de los muchos líderes budistas tibetanos cuya continua sucesión se produce a través de la reencarnación. El Panchen Lama, por ejemplo, se cree que es la manifestación de Amitabha, el Bodhisattva de la Luz Infinita y padre de Avalokitesvara. De hecho, cualquier lama -término que abarca a los monjes y sacerdotes budistas, al igual que a las religiosas y legos- puede encarnarse en el cuerpo de un niño. Estas reencarnaciones, incluyendo las de los altos lamas, se llaman tulku. El tulku puede ser de cualquier sexo, aunque el Dalai Lama ha de ser siempre un hombre. Se dice que todos los tulku son conscientes de sus existencias anteriores. En el pasado era frecuente que los niños tibetanos informasen a sus padres de su condición de abades o de ancianos venerados en una vida pasada. Si los padres lo creían podían solicitar de los lamas una investigación para saber si era cierto. Las reencarnaciones de los legos sagrados tenían poca importancia práctica. Pero el tulku que se creía reencarnado en líderes religiosos era investido de todas las propiedades y prerrogativas que pertenecieron a sus predecesores.
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