martes, 19 de febrero de 2013

Habemus Papam

Cuando se elige un nuevo Papa, los ojos del mundo se fijan en Roma. Millones de personas, católicas y no católicas, esperan con ansia la decisión de los cardenales, que se expresa en una ceremonia envuelta en el secreto y en una antiquísima tradición.
No hay cámaras de televisión que recorran la sala de la votación; no hay periodistas que pregunten la opinión de los votantes. Nadie en el exterior conoce la identidad del candidato elegido hasta que una delatora voluta de humo blanco, signo del resultado final, aparece por una chimenea de hierro del Vaticano. A continuación, un cardenal proclama el nombre del nuevo Papa desde un balcón a las masas, ávidamente congregadas en la plaza.
Cuando fallece un Papa se realizan sus exequias en la basílica de San Pedro durante un período de 15 a 18 días. Mientras tanto, los cardenales, venerables príncipes de la Iglesia católica, se reúnen en Roma procedentes de todas las partes del mundo e inician su solemne cónclave. Se trata de una junta de cardenales de capital importancia, donde se celebran, en riguroso secreto, discusiones y votaciones para determinar cuál de ellos habrá de llevar el anillo del Pescador, símbolo de la autoridad del hombre a quien millones de católicos deben obediencia. El anillo suele ser de oro, y ostenta una piedra preciosa.
Para proteger el secreto del cónclave, las puertas del lugar de reunión se ciegan con ladrillos, y cualquier comunicación necesaria con el exterior se hace a través de unos tornos, abiertos en los muros y celosamente custodiados. Mediante estos tornos se pasan alimentos, mensajes, etc., sin que las personas que intervienen en estas acciones se vean unas a otras. Para llevar a cabo el escrutinio se elige a tres cardenales que se cambian en cada votación.
Ninguna votación es decisiva si no otorga a un candidato una clara mayoría de dos tercios más uno. Cuando el requisito no se cumple, las papeletas se mezclan con paja húmeda y se queman, produciéndose un humo negro que significa que el resultado es negativo. Por último, y frecuentemente al cabo de muchos días, los cardenales acaban otorgando la mayoría necesaria a un miembro del cónclave. Entonces, las papeletas se mezclan con paja seca y se queman. En la plaza de San Pedro se eleva el clamor de la multitud: "¡Humo blanco! ¡Viva el Papa!".
Por tradición aún se emplea humo blanco y negro en esta ceremonia. Sin embargo, en 1958 hubo cierto desencanto cuando la elección del papa Juan XXIII fue comunicada mediante una voluta mínima de humo grisáceo. Se dice que durante la elección del papa Pablo VI en 1963, los cardenales escucharon las demandas de la prensa y de la televisión, y utilizaron bombas de humo negro y blanco que les proporcionó el ejército italiano.
Aunque la tradición del humo se remonta a muchos siglos en el pasado, la utilidad atribuida al color es de tiempos recientes. Antiguamente el significado estaba en la magnitud de la humareda. La voluta grande indicaba que no había todavía decisión. Pero cuando las gentes de Roma veían alzarse la ligera y esperada brizna de humo, sabían que el mundo ya tenía un nuevo Vicario de Cristo.

jueves, 14 de febrero de 2013

Tassili, cuando el Sahara era verde

Al exterior de las cuevas, los soldados aguardaban sentados a horcajadas sobre sus camellos, soportando entre sudores el ardiente sol del Sahara. Mientras tanto, en el interior, el teniente Charles Brenans, del ejército francés, que mandaba la patrulla, observaba asombrado centenares de expresivas pinturas, extendidas por las cálidas y secas paredes terrosas de las cuevas. En aquel día del año 1933 acababa de descubrir una galería de arte de 8.000 años de antigüedad. Era el testimonio de un pueblo, totalmente olvidado, que habitó el Sahara central, cubierto entonces no por arenas calcinadas sino por un verde y fértil manto.
Tassili-n-AjjerLas cuevas se encuentran en la solitaria meseta de Tassili-n-Ajjer, 1.300 kilómetros al sur de Argelia. Durante casi 7.000 años estuvieron habitadas por una serie de tribus que dejaron en sus muros representaciones de la vida familiar, de las jornadas de caza, de sus extrañas deidades, de elefantes, de rebaños de ganado y de ritos religiosos. Unos guerreros, con escudos redondos y lanzas, corren en las paredes de un lado a otro montados en cuadrigas. El aire seco del desierto permitió la conservación de vestigios de diversas épocas: cazadores desnudos con flechas y arcos; soldados de redondas cabezas que arrojan lanzas; pacíficos ganaderos con cascos y atuendos parecidos a los egipcios, que conducían reses de cuernos largos y curvos. Algunos de los animales representados se extinguieron hace mucho tiempo. Otros, como el hipopótamo, el rinoceronte, la jirafa y el avestruz, solamente se encuentran hoy en llanuras herbóreas situadas a más de 1.600 kilómetros en dirección sur.
Tassili-n-AjjerImpresionado por lo que había visto, el teniente Brenans dedicó la mayor parte del viaje a tomar apuntes de aquellas pinturas. El explorador y etnólogo francés Henri Lhote, movido por los apuntes de Brenans, organizó una expedición. Asistido por agencias científicas y gubernamentales francesas, reunió un buen número de dibujantes y fotógrafos para volver a la meseta de Tassili. Para 1957 los hombres de Lhote habían llevado a París 1.500 metros cuadrados de copias y fotografías.
Tassili-n-Ajjer Todavía se está descifrando el mensaje que guardan las imágenes. Las escenas más antiguas ofrecen unos cazadores de piel oscura, posiblemente de raza negroide, que hostigan jirafas, rinocerontes y elefantes con flechas y lanzas. También aparecen enormes figuras blancas, semihumanas, dioses quizá de las desconocidas tribus. Una de ellas, de seis metros de altura, es mitad hombre y mitad bestia, con cabeza como de tortuga y ojos en extraña posición, semejantes a los que aparecen en algunos cuadros de Picasso.
Las pinturas más recientes muestran figuras mucho más reales. Se observan claramente representadas piernas bien formadas y musculosas, cicatrices que adornan la piel desnuda, cinturones, aros para los tobillos, anillos y brazaletes. Hay escenas de banquetes, ceremonias nupciales, una mujer que arroja grano en la molienda, la construcción de una choza, una familia con su perro, unos niños dormidos bajo una piel de animal y otras imágenes domésticas.
Tassili-n-AjjerEntre los años 5000 y 4000 antes de J.C. parece ser que este pueblo fue sustituido paulatinamente por una raza más pálida, de piel cobriza. Estos nuevos inquilinos añadieron a la galería sus propios retratos, consistentes en nuevas escenas de caza que muestran ganado lanar de montaña, jirafas y antílopes.
Pinturas posteriores, pertenecientes al tercer milenio antes de Cristo, muestran soldados con túnicas de forma acampanada montados en cuadrigas. Se piensa que pudieran ser los «pueblo; del mar», mencionados en los antiguos escritos egipcios, que intentaron invadir Egipto desde Creta o Asia Menor. Es posible que vencidos por el faraón, los invasores se retiraran y establecieran sus hogares en las laberínticas cuevas de la meseta de Tassili.
Tassili-n-AjjerLlegó un tiempo en que los cursos de las aguas se secaron, la población de Tassili disminuyó notablemente y el arte de la caverna se hizo muy parco. Pero esta parquedad es más expresiva que muchos escritos. El camello sustituye al caballo en las paredes; pues éste no pudo soportar los rigores de la tierra calcinada por el sol. Y luego el silencio. El polvo del desierto invade las cuevas abandonadas y, durante miles de años, mientras en otras zonas del mundo surgen y se derrumban los imperios, las espléndidas pinturas de las razas extinguidas miran vacíamente desde las rocas calcinadas por el sol de Tassili. Hasta que un día, un joven soldado de una patria lejana, posa en ellas sus ojos.

sábado, 9 de febrero de 2013

La ciencia de nuestros talentosos ancestros

¿Constituye la historia de la humanidad un movimiento de progreso, irregular pero constante, desde el salvajismo hacia la civilización? ¿O acaso solamente estamos redescubriendo prodigios que nuestros antepasados ya conocían miles de años antes del nacimiento de Cristo?
En China fue encontrada una hebilla de cinturón fabricada con un aluminio de alta calidad; y se supone que el aluminio fue descubierto en el año 1803 y no fue aislado hasta medio siglo más tarde. La hebilla fue examinada por los arqueólogos, quienes determinaron que tenía cerca de 1.700 años de antigüedad.
Los egipcios y los palestinos de hace cinco milenios poseían instrumentos, utilizados para la construcción y la fabricación de ornamentos, hechos de un bronce endurecido hasta un punto que todavía hoy no ha podido alcanzarse.
Se han encontrado utensilios, herramientas y ornamentos de una antigüedad de miles de años, procedentes de Asia, Europa, América del Norte y del Sur, cuya manufactura demuestra una habilidad y una exactitud que en la actualidad requerirían maquinaria de precisión y a veces fundiciones a temperaturas extremadamente altas.
Una leyenda de los antiguos hebreos habla de una joya brillante que Noé colgó en el Arca para dotarla de una fuente permanente de iluminación. Otra leyenda menciona un objeto similar que adornaba el palacio del rey Salomón, unos 1.000 años antes de la era cristiana. Otras leyendas del Oriente Próximo se refieren a joyas que iluminaban las tumbas, como si estuvieran dotadas de una fuente de energía de duración casi ilimitada. Estas historias parecen sugerir que, durante toda esa época, pudo haber sido utilizada alguna forma de energía atómica.
En Egipto e Irak se han encontrado ornamentos cuya fabricación se remonta a 4.000 años atrás; mostraban evidencias de que habían sufrido un proceso de galvanización, aunque siempre se había pensado que ese procedimiento sólo se había desarrollado a partir del siglo XIX.
Poco antes de la II Guerra Mundial, un arqueólogo alemán, el doctor Wilhelm Koenig, descubrió en Irak una serie de vasijas de barro con una antigüedad de 2.000 años. Cada una de ellas de hierro; estaban selladas con betún. Los análisis mostraron que las vasijas habían contenido algún tipo de ácido. El doctor Koenig llegó a la conclusión de que las vasijas eran una especie de generadores eléctricos; y luego, cuando las sometió a pruebas con una solución ácida produjeron de uno y medio a dos voltios de electricidad.
A medida que los arqueólogos realizan descubrimientos cada vez más sorprendentes, aumenta la necesidad de reflexionar si nuestros talentosos ancestros no habrían llegado, en algunas ramas de la ciencia, a un grado de desarrollo que el hombre del siglo XXI tiene dificultades para igualar.

jueves, 7 de febrero de 2013

Objetivo: Estallar una bomba atómica en la Luna

En el punto más álgido de la Guerra fría, la Fuerza Aérea de los Estados Unidos de América desarrolló un plan secreto para exhibir su poderío militar con el objetivo de hacer estallar nada menos que una bomba atómica en la Luna.
El físico nuclear Leonard ReiffelLeonard Reiffel, el físico que dirigió el proyecto a finales de los años cincuenta en la Armour Research Foundation, organización apoyada por el Ejército de los Estados Unidos, reveló este extraordinario plan lunar, aunque esperó a alcanzar los 73 años de edad para confesarlo.
“Estaba claro que el principal objetivo de la detonación era proyectar una imagen de fuerza y mostrar nuestra superioridad militar. La Fuerza Aérea quería que se produjera una nube en forma de hongo lo suficientemente grande para que pudiera verse desde la Tierra”, dijo. "En aquel entonces Estados Unidos iba rezagado en la carrera espacial". "Lo ideal, obviamente, era que la explosión se produjera en el lado oculto de la Luna y, en teoría si la bomba estallaba en el polo del satélite, el hongo atómico quedaría iluminado por el sol". La bomba debía ser al menos tan potente como la lanzada sobre Hiroshima a finales de la II Guerra Mundial. "En aquel entonces dejé bien sentado que la ciencia pagaría un alto precio por destruir un entorno lunar impoluto, pero la Fuerza Aérea solamente estaba interesada en la forma en que se vería la explosión desde la Tierra”, afirmó.
Si bien Reiffel apuntó que la detonación hubiese tenido poco impacto sobre el medio ambiente de nuestro planeta, el cráter habría cambiado la cara de la Luna. Reiffel no quiso revelar la forma en que iba a producirse la explosión, aunque confesó que "era sin duda viable desde un punto de vista técnico", y que en aquel entonces un misil balístico intercontinental armado con una cabeza nuclear era capaz de alcanzar su objetivo en la Luna con una desviación de dos millas tan solo (unos tres kilómetros aproximadamente).
En 1958, varios oficiales de la Fuerza Aérea de Estados Unidos se pusieron en contacto con Reiffel y le pidieron que llevara a cabo un estudio "en el menor tiempo posible" sobre la visibilidad y los efectos de una explosión nuclear en la Luna. El nombre del proyecto secreto Al19 era Estudio de Vuelos de Reconocimiento a la Luna. "De haberse hecho público el proyecto, se habrían producido protestas generalizadas", opinó Reiffel.
Un joven Carl Sagan habría actuado como cerebro del proyecto A119Estados Unidos todavía no ha desclasificado muchos documentos acerca de la Guerra Fría pero algunos detalles del proyecto A119 sí vieron ya la luz con la publicación de una biografía del famoso astrónomo estadounidense Carl Sagan. Este, fallecido en 1996, se dio a conocer en Estados Unidos como prestigioso divulgador de la ciencia y precursor de los estudios sobre la existencia de vida en otros planetas. Pues bien, Reiffel incorporó a Sagan a la Armour Foundation de Chicago (después, Instituto de Investigaciones Tecnológicas de Illinois) y le encargó el desarrollo de un modelo matemático sobre la expansión de una nube atómica en el espacio alrededor de la Luna. Este modelo era de vital importancia para determinar si dicha nube podría apreciarse desde la Tierra.
En aquel entonces, los científicos todavía pensaban que podría haber microbios en la Luna y Carl Sagan había sugerido realizar una prueba nuclear en el satélite para comprobar la existencia de microorganismos. Sin embargo, nunca se reveló el objetivo final del proyecto Al19.

miércoles, 6 de febrero de 2013

Sembrando lluvia

En los siglos XVIII y XIX se observó que llovía insistentemente después de las batallas en que se había sostenido un fuego intenso de artillería. Se pensó entonces que las ondas sonoras de los estallidos, al chocar con las nubes, produciría el fenómeno. En ello se fundaban los primeros conatos por provocar la lluvia (aparte de las danzas de las sociedades primitivas, claro está), que comportaban toda clase de fuego artillero, incluso con granadas explosivas disparadas a las nubes por morteros y cañones.
También hubo desaprensivos que, haciendo creer ciertas fórmulas no probadas científicamente, pedían desembolsos importantes por sus esfuerzos. Afirmaban que sus métodos producirían sólo lluvia evitando el granizo, los vientos fuertes y los fuegos forestales. El estadounidense Daniel Ruggles empleaba en 1880 un globo de aire caliente para elevar una carga explosiva hasta las nubes; y generalmente aprovechaba la coyuntura de un inminente chaparrón.
La lluvia se produce naturalmente por la unión de partículas de hielo que forman nubes, y caen al fin en virtud de su propio peso. En 1946, Vincent J. Schaefer, que llegó a ser uno de los más importantes nefofísicos del mundo, de la Universidad del estado de Nueva York, siguiendo las anteriores investigaciones emprendidas durante la guerra por los alemanes, comenzó a realizar experimentos de “siembra”, con objeto de producir lluvia. Quemaba en tierra yoduro de sodio y acetona y dejaba que el viento arrastrase el producto de la combustión hasta las nubes. Se trataba de unas partículas de tamaño relativamente grande que, al elevarse, recogían agua, se helaban y, finalmente caían. Con este procedimiento se obtuvieron pequeñas nevadas. Más tarde se arrojaron sobre las nubes, desde un aparato de aviación, agua y hielo seco (bióxido de carbono sólido).
Al proyecto Whitetop, un programa estadounidense de siembra de nubes, se atribuye un incremento de lluvia del seiscientos por ciento.

Las 10 entradas más populares