domingo, 16 de septiembre de 2012

El unicornio

UnicornioEn el escudo de Gran Bretaña aparecen juntos el león y el unicornio, desde que Inglaterra y Escocia se unieron en el reinado de Jacobo I. Anteriormente el emblema inglés había sido sostenido por un león y un dragón. El unicornio procede de Escocia, cuyas armas levantaban dos de estos animales.
Unir al león y al unicornio no estaba exento de riesgos, pues ambos animales aún eran tenidos por mortales enemigos. Bien es verdad que la Edad Media, época dorada del unicornio, se había clausurado. Cierto escritor del siglo XVII nos ha legado una viva descripción de la vieja rivalidad: “Cuando el león ve al unicornio, corre a refugiarse tras un árbol, primero para protegerse y después para acabar con su enemigo. Porque el unicornio, en la rapidez de su carrera, choca contra el árbol y clava en él su afilado cuerno. Entonces el león, al ver al unicornio sujeto por su cuerno, cae sobre él y lo mata sin peligro”.
Otros escritores de la antigüedad mencionan también diversas características del unicornio. Para algunos, su fortaleza era tal que empalaba y transportaba hasta tres elefantes en su cuerno. Sin embargo, no acertaba a desprenderse de ellos y generalmente moría de inanición o apestado por los vapores de los paquidermos putrefactos. Solamente los héroes se dirigían a las montañas o a los desiertos para sorprenderlo en su terreno, y su encuentro hacía vacilar al más valeroso: “Nada hay tan espeluznante como el bramido de este animal, pues su voz retumba como el trueno”. También “mordía como un león y coceaba como un caballo”... Tampoco le amedrentaban las armas de hierro.
El unicornio se portaba entre los suyos de manera intemperante, incluso con las hembras, “menos cuando le abrasaba el instinto de procrear”. Pero con los demás animales era “sociable y gustaba de su compañía”.
Se decía que las botas de cuero de unicornio conservaban las piernas sanas y protegían de las epidemias. La lepra se trataba con una espesa poción de yema de huevo e hígado de unicornio. Pero el cuerno era el más útil de todos sus miembros. Quien en él bebía se libraba de la epilepsia y de las dolencias del estómago. Además, neutralizaba el veneno. Si una serpiente envenenaba un abrevadero, bastaba que un unicornio removiese las aguas con su cuerno para que quedasen purificadas.
Durante el Renacimiento, en que el riesgo de morir envenenado era constante, se utilizaban copas fabricadas con “cuerno de unicornio”, probablemente cuernos de narval (unicornio marino) o de rinoceronte, como protección contra las pócimas mortales. Se creía que el cuerno en presencia del veneno destilaba un antídoto y cambiaba de color. Jamás un insecto venenoso se atrevía a cruzar la raya trazada con él. Las plantas y los animales venenosos situados en sus proximidades reventaban y fenecían. No es necesario añadir que un cuerno dotado de tales propiedades se pagaba a precio de oro. El viajero alemán Paul Hentzner asegura haber visto uno en 1598, entre las joyas de la corona de la reina Isabel de Inglaterra, que se valoraba en 100.000 libras, cifra astronómica para aquellos tiempos. No es extraño que los fraudes abundasen cuando se ofrecían tales beneficios. Según una receta veneciana podían falsificarse cuernos de unicornio con “yeso y jabón, y acaso con tierra y algo de piedra”.
Sólo había un medio de domesticar al unicornio, que fue explicado a principios del siglo VII por San Isidoro de Sevilla. Una doncella había de conseguir que reposase la cabeza en su regazo. Entonces, dice San Isidoro, “abandona toda su fiereza y queda dormido”. Mas por desgracia, lamenta San Isidoro, el confiado animal “suele ser muerto a flechazos por los cazadores”.
¿Llegaron a existir los unicornios? Probablemente son mezcla de diversos animales, reunidos en uno por relatos de viajeros. El griego Ctesias, que en el año 400 antes de J.C. describe un unicornio, pudo haber visto un rinoceronte. Los antiguos chinos utilizaban el cuerno del rinoceronte como triaca contra el veneno. También pudo haber sido un órix, gran antílope visto de perfil o falto de uno de sus cuernos. El costoso cuerno que poseía la reina Isabel era seguramente un colmillo de narval, pequeña ballena con un diente de gran longitud, retorcido en forma de espiral y afilado como el legendario cuerno del unicornio.

jueves, 13 de septiembre de 2012

Las voces de Santa Juana

Juana de Arco (escultura de Antonin Mercié, 1906)Existe una clase especial de clarividencia denominada "clariaudiencia", la audición de sonidos que no pueden percibirse mediante conductos habituales. Posiblemente, la clariaudiente más famosa de la historia haya sido Juana de Arco.
Siendo una campesina medieval, Juana de Arco vivió en un mundo cuyo carácter era mucho menos visual que el del nuestro. El sonido regulaba su existencia rural: se despertaba con el canto del gallo, las campanas de la iglesia la convocaban a Misa y se enteraba de lo que ocurría en el mundo mediante los relatos de los viajeros. De esta forma, no es nada extraño que aquello que consideraba una guía divina llegase hasta ella en forma de voces.
Según su propio testimonio, oyó las voces por primera vez cuando tenía trece años. Afirmaba que pertenecían a San Miguel, Santa Margarita y Santa Catalina, y que traían mensajes de Dios, dirigiendo los pasos de su destino y dibujando el perfil de su propio futuro. Por ejemplo, las voces dijeron que ella conduciría un ejército para acabar con el sitio inglés de Orleáns en la primavera de 1429 y que sería herida en la batalla. Las predicciones se convirtieron en realidades.
Las voces incluso le concedieron una espada que encontrarían enterrada cerca del altar de la Iglesia de Santa Catalina de Fierbois. Su hoja estaría cubierta de herrumbre, pero al limpiarla descubrirían cinco cruces inscritas en ella. A petición de Juana, los sacerdotes del lugar desenterraron la espada. Estaba oxidada, pero cuando procedieron a limpiarla, las cinco cruces lanzaron un destello.
Capturada, en 1431 los ingleses llevaron a Juana ante un tribunal eclesiástico, acusándola de brujería y herejía. Poco antes de su ejecución, hizo saber a sus inquisidores otra de las profecías que habían enunciado las voces: "No pienses en tu martirio. Al final, llegarás al Paraíso".
Transcurridos casi quinientos años de su muerte en la hoguera, la Iglesia la declaró santa.

sábado, 8 de septiembre de 2012

Dragones

DragonesPara Occidente, el dragón, con cola erizada, cubierto de escamas y vomitando fuego, representa el mal. Pero, según la filosofía del lejano Oriente, los dragones eran seres bondadosos que, además, simbolizaban la lluvia, la niebla y el viento.
En Corea cada río y cada corriente tenían su dragón. En el centro y el norte de China los dragones eran dioses de la lluvia, que irrigaban los arrozales y formaban nubes con su aliento. En Liang dos de ellos lucharon en una laguna en el año 503 antes de J.C. y expelieron por sus fauces una espesa niebla que envolvía toda la comarca.
Desde los tiempos más remotos, inundaciones, tempestades y tormentas se han atribuido a dragones que pugnaban en los ríos o en los aires. Los bellos cantos rodados de ciertos arroyos de montaña se tenían por huevos de dragón, que, al ser heridos por el rayo, dejaban en libertad pequeños dragones que volaban hacia el cielo.
Los dragones provocaban torbellinos en la tierra y trombas de agua en el mar. Cuando salían de sus madrigueras humeantes y trepaban por el aire, al poner sus garras en las nubes, originaban la lluvia.
Los dragones chinos mostraban diferentes colores: el negro para la destrucción, era también propio del dragón del trueno de la familia imperial; el amarillo para la suerte, y el azul para anunciar el natalicio de un gran hombre. (La noche del nacimiento de Confucio aparecieron dos dragones cerúleos en casa de su madre).
Adoptaban sorprendentes metamorfosis. Podían brillar en la oscuridad y hacerse invisibles, reducirse al tamaño de una oruga y crecer hasta ocultar cielos y tierra. Dormían en el fondo del mar en palacios de perlas y hablaban con voces agradables como tintineos de dijes de cobre. Los huesos de dragón, uno de los fármacos más extendidos de la medicina tradicional china, eran casi seguramente fósiles de animales prehistóricos, y se guardaban en forma de grano o polvo.
Rivales de los héroes, en Occidente los dragones devoraban a los hombres y custodiaban tesoros en el fondo del mar o de la tierra. Volaban de noche, vomitando fuego o veneno, como anuncio de guerra u otras calamidades.
La leyenda del matador de dragones ofrece numerosas versiones, en general sangrientas. Acabar con un pérfido dragón era la hazaña que coronaba la carrera de casi todos los héroes antiguos: Sigfrido, Sigurd, Beowulf, San Jorge, San Miguel, Arturo, Tristán e incluso el pacífico Lanzarote.
Los episodios variaban. El herrero Juhn Smith de Deerhurst, en el condado de Gloucester (Gran Bretaña), dio leche a un voraz monstruo. Después de beber una inmensa cantidad se tumbó al sol con las escamas erizadas. Entonces el fornido herrero le cortó la cabeza. Otro héroe británico de Lyminster (Sussex) preparó para su enemigo un budín envenenado, tan enorme que tuvo que llevarlo en un carro. El dragón engulló de un bocado el budín, el carro y los caballos.
En la mayoría de los relatos, los dragones se alimentan de doncellas, pero Topsell, escritor de principios del siglo XVII, en su Historia de los cuadrúpedos, les atribuye una dieta más saludable: “Conservan la salud (como afirmaba Aristóteles) comiendo lechugas silvestres que les hacen vomitar cuando han tomado cualquier alimento nocivo. El peor de todos es la manzana porque sus estómagos propenden a llenarse de aire. Por ello jamás comen de este fruto sin ingerir primero lechugas silvestres”.
Aunque la mayoría de ellos eran espantables, parece que también existían dragones amigos. Plinio, escritor latino, habla de un hombre llamado Thoas de Arcadia a quien su fiel dragón salvó del ataque de unos bandidos.
Las leyendas sobre dragones se extienden por tantos países que uno se pregunta: ¿Quiénes eran? Las representaciones de los artistas se parecen extraordinariamente a las reconstrucciones científicas de los antiguos dinosaurios por lo que una conjetura verosímil podría ser: los dinosaurios desaparecieron de la Tierra hace sesenta y cinco millones de años y los antepasados directos del hombre no surgieron hasta hace dos millones y medio. Por lo tanto el hombre no ha sido testigo presencial de la época de los dinosaurios. Pudo, no obstante, crearse la leyenda cuando el hombre primitivo, al encontrar huesos fósiles de dinosaurios, sacó la conclusión de que pertenecían a animales gigantescos con aspecto de feroces lagartos. Es curioso pensar lo cerca que estaban de la verdad, en ese caso.

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