jueves, 1 de septiembre de 2011

El derecho ciudadano que debiésemos tener a vivir eternamente (o al menos a intentarlo)

El deseo de continuar con vida y no morir es innato a la naturaleza humana. No hay pueblo, cultura o religión sobre el planeta que no hayan expresado de una manera u otra esta legítima aspiración. Incluso no pocos ateos o agnósticos reconocen tener este deseo (sea o no que se hiciese realidad). Pero materializar esta incontenible aspiración no es asunto que haya interesado solamente a la filosofía o a la religión sino que también la ciencia y la tecnología -desde hace ya mucho tiempo- han entrado en escena ofreciendo la posibilidad ya sea de alargar la vida lo más posible o, también, de "resucitar" o reanimar los cuerpos.
La técnica de la criopreservación consiste en introducir el cadáver en una cápsula de acero con nitrógeno a una temperatura muy baja hasta que los avances tecnológicos ya puedan curar la enfermedad que llevó al paciente a la muerte. El cuerpo descansa en una cápsula especial cerrada, sin posibilidad de que haya un escape del nitrógeno líquido que va a 196 grados centígrados bajo cero y ese cuerpo se puede mantener prácticamente durante un tiempo indefinido.
Esta técnica busca someter a una persona instantes después de su fallecimiento, pero mientras aún perdura su actividad neuronal, a un método que le permita pervivir hasta el día en que la ciencia médica pueda recuperar la salud de esa persona y la propia muerte a la cual no pocos consideran asimismo una enfermedad.
La criopreservación se presenta pues como una opción más dentro de la muerte legal, como ya lo son la incineración, el enterramiento del cuerpo bajo tierra en un féretro o el lanzamiento de los restos humanos al mar. Y es que esta técnica está ya permitida, por ejemplo, por la legislación estadounidense, siempre que se aplique a pacientes legalmente fallecidos. No obstante, sería todavía mejor enfriar a un paciente antes de que la enfermedad provoque tanto daño físico que desemboque en la muerte, pero la legislación norteamericana de momento lo impide, incluso en personas con gran sufrimiento o que padezcan una enfermedad terminal. Confiemos en que algún día sea posible, siempre bajo condiciones de estricto control y una vez que la reanimación de un paciente criopreservado pueda ser demostrada científicamente.
El objetivo ahora es divulgar y difundir la criónica posicionándola en la agenda pública como una disciplina científico-médica, presentándola como alternativa ética y racional a la eutanasia y a los servicios funerarios tradicionales y promoviendo su implantación y desarrollo en todo el mundo con una legislación práctica adicional en apoyo de lo que ya debería ser considerado un derecho ciudadano.
Se trata de salvar vidas, de superar la enfermedad y sufrimiento de muchas personas que viven, o que no quieren vivir, con una calidad de vida inaceptable.

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